«Esta es Hale Pua Hana. Este es El Herrojo.»
Arquitectura de Miguel Tobal
En las soleadas colinas que se alzan sobre Marbella, escondida en el sereno y exclusivo enclave vigilado de El Herrojo, donde la luz del Mediterráneo danza entre las ramas de los olivos, el aire se impregna con el aroma de los pinos y el mar susurra más allá del horizonte, se erige una casa que no es sólo una estructura, sino un espacio de bienestar.
Hale Pua Hana - un nombre nacido en las lejanas islas de Hawái, donde el tiempo no se mide en minutos, sino en momentos, significa “El lugar al que ir cuando el trabajo ha terminado.” Y, en efecto, esta casa no está hecha para la prisa. Está hecha para relajarse.
Ubicada en una de las colinas más codiciadas de La Quinta, en el corazón del Triángulo de Oro de Marbella, este inmueble fue concebido para rendir homenaje a un estilo de vida sin prisas y pleno.
Un lugar al que no se viene de paso, sino para disfrutar. Para descansar, reflexionar y recargar energía.
En su emblema está grabado el cardo escocés, flor nacional de Escocia, elegida como símbolo de fortaleza serena, resiliencia y gracia ancestral.
Un recordatorio de que la elegancia no necesita alzar la voz; que la verdadera belleza puede ser a la vez fuerte y delicada, como la tierra misma sobre la que se asienta.
La arquitectura es la obra maestra de Miguel Tobal, una de las personalidades más respetadas de la arquitectura española.
Su visión se manifiesta en cada línea y cada sombra de Hale Pua Hana.
La luz entra como una invitada de honor; el paisaje circundante se convierte en parte del alma de la casa: los muros no dividen, sino que guían; las ventanas no enmarcan vistas, sino que extienden el espíritu; y cada material respira autenticidad y calidez. Piedra, madera, aire y luz se funden aquí en una forma de vida cotidiana. La casa existe como un eco del ritmo de la naturaleza: sencilla y elegante. Tanto en su interior como en su exterior, los espacios vibran, concebidos para grandes reuniones o momentos de intimidad.
Naturaleza, forma y función se entrelazan sin esfuerzo, ofreciendo el mayor de los lujos: la paz.